Imagino que quién más quién menos ha sufrido durante este fin de semana las rachas de viento huracanado que han hecho de las suyas en varias comunidades españolas.
Cuando sopla el viento de esta forma a mí me da un poco de miedo a la par que me coge dolor de cabeza. No me gusta ir por la calle porque puedes correr la mala suerte de que te caiga algo en la cabeza y sufrir un accidente de la forma más tonta. De hecho ayer tuve que pasear al perro y me acompañaba una de mis hermanas justo en el momento en el que soplaba con más ganas y caminar tranquilamente por la calle era un trabajo complicado ya que en ocasiones se te llevaba el viento y tenías que hacer grandes esfuerzos por mantener el equilibrio.
Pero lo mejor llegó hacía las siete de la tarde cuando un huracán se había instalado en el pueblo, no había nadie por la calle y me vi forzada a desplazarme porque tenía que solucionar un tema técnico del ordenador de mi hermana. El viento soplaba cada vez con más fuerza y al estar en un dúplex el silbido incesante del aire penetraba por todas las rendijas de las puertas y ventanas...a esto había que añadir el estruendo de los portones metálicos del pequeño terrado de la finca al golpear contra la pared y el hecho de que la luz iba y venía constantemente...una escena un tanto terrorífica que nos mantenía en vilo y nos transmitía inseguridad y miedo. No creáis que la cosa acaba aquí que va, oímos bastante ruido en la terraza del piso superior así que mientras intentaba averiguar porque el ordenador de mi hermana no se conectaba a Internet, esta subió para recoger las cosas antes de que salieran volando. A los pocos segundos me llamó angustiada así que dejé lo que estaba haciendo y subí rápidamente las escaleras porque me temía que algo hubiese salido disparado por los aires. Una vez en la terraza daba miedo salir, el aire soplaba con mucha furia y era muy difícil controlar las cosas y recogerlas, una de las fundas de la tumbona se perdió por los aires mientras conseguimos salvar la otra, apilamos las sillas y conseguimos tumbar la mesa y meterla junto con la sombrilla que pensé que la había partido del soporte al oír un "crack", pero como pesaba más que un vaca no quedó más remedio que hacerlo así, poner de lado las dos cosas si queríamos meterlas en la casa y que no cayeran a la calle que de bien seguro que habrían matado a alguien. Lo mejor fue cuando quise recoger un bañador que había caído al suelo y al intentar cogerlo salió despedido por los aires y se perdió por encima de los tejanos, como si la casa le hubiese propinado un buen puntapié. Os aseguro que fue un momentazo de risas con mi hermana y cada vez que me acuerdo de ese detalle me rio sola porque no tiene desperdicio alguno. Como salió despedido aquel bañador por los aires...parecía que lo habían lanzado desde un cañón.
Sino fuera por esos momentos la vida sería aburrida, ¿no os lo parece?
Gubi's place.
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