Debo confesar que efectivamente conducir me estresa, es meterme en el coche y empiezan a sudarme las manos, cosa que puedo controlar. Me saqué el carné hace tiempo y admito que he llevado poco el coche, no obstante no conduzco mal, pero al incorporarme a una autopista o circular en medio de una gran ciudad con coches, motos, autobuses y demás no me gusta nada, lo paso mal y hablo conmigo misma diciéndome que esté tranquila que en nada llego a casa, cualquiera que me vea puede pensar que no ando bien de la azotea, pero creo que entre la afición de sacarse mocos también está la de hablar solo en el coche. Nos sentimos protegidos dentro de ese habitáculo y creemos que nadie nos mira...pero en realidad todos miramos a los conductores y a sus acompañantes.
Lo peor no es la circulación en si, porque a mí conducir de noche me gusta, soy así de rarita, más que conducir de día. Quizá por la noche y en según que tramos y zonas hay menos circulación y eso me relaja mucho. Si tuviera que coger el coche de forma habitual, lo haría por la noche sin lugar a dudas.
Pero en realidad no cojo el coche porque prefiero que me lleven y no es egoísmo o falta de interés es que así disfruto del paisaje o escucho la música y no he de andar pendiente de señales, de Fittipaldis que creen que la carretera lleva escrito su nombre, de no pasarme una calle o de no perderme. Entiendo que cualquiera que conduzca me dirá: -anda que cara más dura, a mi también me gusta que me lleven...pero en realidad todos sabemos que hay personas a las que les gusta conducir y a otras a las que no porque les causa mucho respeto. Yo he conocido auténticos fanáticos de la conducción, les admiro en serio, me gustaría coger el coche y moverme de aquí para allá pero me acojona bastante en serio. En esta vida no voy a ganarme el pan conduciendo, eso lo sé.
Recuerdo una anécdota que me ocurrió cuando estaba haciendo las prácticas de coche. Era verano y hacía bastante calor, así que mientras esperaba al profesor abrí la ventana y cerré la puerta sin encajarla para que me pasara el aire. Además como aquel profesor era una persona que emanaba unos olores bastante potentes, no quiero adentrarme en detalles porque no es plan, pero digamos que parecía que nos habían llenado el interior del vehículo con kilos y kilos de ganchitos sabor a queso...asfixiante, agobiante y de arcada a partes iguales. Fué un suplicio hacer clases con aquel tipo, prefiero no pensarlo que me pongo mala.
Bueno pues aquel día, con un sol de justicia a las cuartro de la tarde en pleno mes de Julio, servidora tenía una hora de prácticas así que arranqué el coche y me dirigí tranquilamente hacía la carretera general. Paré en el semáforo y puse el intermitente a la derecha, era una pendiente ascendente y al incorporarme a la otra vía y coger la curva a la derecha de golpe y porrazo ¡zas! se abrió mi puerta de par en par...parecía una película os lo juro. ¿Que hice? soltar el volante ¡como no! y con medio cuerpo fuera agarré el manillar de la puerta para cerrarla. En eso que el profesor concentrado en mi aparente correcta forma de conducir, tardó cero coma segundos en reaccionar pegando un grito descomunal, -¿que collons fas? no deixis anar el volant hostias...pa habernos matao. Aquella imagen no se me olvidara en la vida, el hombre agarrando el volante y controlando el coche que seguía girando a la derecha y debía ir ya hacía adelante y yo con medio cuerpo fuera agarrando la puerta. Cuando conseguí cerrarla y el coche estaba donde debía estar y parado de nuevo en otro semáforo, el silencio en el coche era sepulcral, la gota de sudor frío se deslizaba lentamente por nuestras sienes y ninguno de los dos se atrevía a decir nada. Habíamos creado expectación porque algunos transeúntes aún seguían mirándonos, como si hubiesen visto a la Mare de Déu de l'Empenta. No daban crédito, incluso recuerdo al conductor de un camión en un cruce de miradas que debió flipar mucho con aquella escena. Tardamos un rato en decir algo, hasta que rompí el silencio y le dije al profesor: - vaya susto ¿no?, me miro con cara de decirme: - eres tonta o te lo haces nena...me lo hago me lo hago. El hombre creó que perdió dos kilos del susto, porque sudaba como si hubiera corrido una marathón...nunca más me dió clases...no entiendo por qué.
A veces me acuerdo de aquella escena y pienso que las personas que la presenciaron debieron pensar: - madre mía pero como les enseñan en esta autoescuela...no me extraña que hayan tantos accidentes, conduciendo así. Reconozco que si yo lo hubiese visto, habría pensado lo mismo, no es para menos, quizá a lo mejor hubiese creído que se trataba de una película de acción o algo así.
Creo que aquella anécdota me marcó y me condicionó a no soltarme en la conducción ni a disfrutar de ella.
Recuerdo otra de las veces que llevaba el coche en Barcelona, que pobré de mí me quedé en medio de la intersección en plena Diagonal. Yo seguía a un coche de grandes dimensiones y no llegué a ver el semáforo a tiempo así que me quedé en medio justo cuando los de mi derecha se incorporaban a la vía. Creo que ha sido de los momentos más estresantes al volante, mucho más incluso que la anécdota de la puerta. Para aquel entonces yo llevaba la L de novel y mi cara de tierra tragáme daba a entender la falta de práctica y habilidad para poder sortear aquella situación. No recuerdo cuantos coches habían pero si recuerdo que se pusieron de acuerdo en animar la fiesta con una sintonía sincronizada de claxón y bocina que no cesaba y que me ponía aún más nerviosa. El respeto hacía los conductores noveles es inexistente en esta sociedad de mierda os lo aseguro, que manera más cruel de tratar a una persona. Recuerdo que la conductora de un taxi se puso a insultarme de forma gratuita y casi sale del vehículo para agredirme...en serio, ¿era necesario? ¿tan amargada estaba que iba a descargar la furia de su penosa vida contra mí? aún no doy crédito. Antes de que aquella amazona encabronada saliera del coche, hice una maniobra desesperada y conseguí colocarme donde me tocaba esperando pacientemente a que se reanudara la circulación y rezando para llegar de una pieza a casa. Estaba un poco mareada del susto, pero conseguí llegar al pueblo sana y salva. Ese día no comí del estres que pasé, estaba agotada como si hubiera corrido una carrera. Quizá parezca exagerado pero creo que estas anécdotas me han convertido en una conductora frustrada.
Ahora alguna vez cojo el coche, ya no sufro tanto como antes, sin embargo no acabo de soltarme...quizá con el tiempo y una caña lo consiga, pero tengo serias dudas. No obstante seguiré intentándolo, pero como ya he dicho antes...no he nacido para conducir. Y a vosotros...¿os gusta conducir?.
Gubi's place.
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