Tras poco más de dos semanas de terapia y adaptación con nuestro nuevo miembro de la familia debo confesar que ha sido duro pero estamos obteniendo la ansiada recompensa ya que la cuerda se va destensando y el acercamiento cada vez es mayor.
Estamos muy contentos por los cambios que vamos viendo y eso nos anima a seguir reinsertando a este animal y a que vuelva a confiar en las personas.
Tras este preámbulo quiero comentar que este perro es muy listo y entiende todo a la perfección pero le gusta hacerse el sueco de vez en cuando, sí tal y cómo suena, pero es muy bueno y cariñoso, así que compensa el hecho de que sea un poco pillo.
En estas dos semanas ya tenemos un par de anécdotas la mar de curiosas, una de ellas, la que más me sorprende por cierto, es que se ha aprendido el camino de la tienda de mascotas dónde le compramos todas sus cosas, el camino de casa de mis padres y un local dónde tienen muchos pájaros.
Por mucho que he intentado disuadirle de pasear por otros sitios no he tenido éxito, el tío se ha hecho su croquis mental y con lo cabezota que es cuesta mucho llevarle la contraria. Así que una vez salimos de casa, el trayecto es más o menos el mismo, quizá con algunas variantes pero el destino no cambia. Primero visitamos el parque de la biblioteca, le encanta pisar el césped y cómo no levantar la tierra con las patas...que el día que me vea un jardinero con él, se me cae el pelo de la bronca que me va a caer, después sube por la calle del gimnasio municipal hasta llegar a la Rambla principal del pueblo, un paseo muy agradable para ir en bicicleta y sentarse a tomar el fresco en verano, una vez estamos en la Rambla, el paso del perro es decidido y firme, sabe perfectamente dónde quiere ir, porque de tonto no tiene ni un pelo y cada vez que le indico: -vamos White a la tienda-, empieza a correr de la alegría que le da queriendo llegar lo antes posible, increíble. A veces encontramos la tienda abierta y otras cerrada, si está cerrada no hay mucho problema, olisquea un poco y él mismo desiste en su empeño porque sabe que no le van a abrir la puerta; pero si está abierta evidentemente que entra más contento que unas castañuelas, saluda al dueño y se pasea alegremente olisqueando cada rincón e intentando de vez en cuando robar algún hueso del estante. Una vez se ha cansado y ha recibido su sesión de mimos y carantoñas, se dirige a la puerta y proseguimos el paseo más raro que he dado nunca con un perro. Después tiene dos opciones seguir hacía arriba y tomar la calle de la farmacia a la derecha o bien seguir hacía arriba y directamente girar a la derecha, ambos trayectos me conducen a la misma calle, la de mis padres. Sabe perfectamente cuál es la portería y se pone contento cuando subimos en el ascensor. Una vez en casa de mis padres les saluda, olfatea un poco, bebe agua, quizá se tumbe y juegue a la pelota y después ya quiere irse, cómo dice mi madre: -parece la visita del médico-, pero es cierto. Una vez abandonamos el edificio dónde viven mis papás me conduce calle abajo y aquí volvemos a tener dos opciones, seguimos por la izquierda hasta llegar al local dónde están los pájaros o bien giramos a la derecha y subimos, ambos caminos conducen hacía nuestra casa, por lo tanto tome uno u otro el destino siempre es el mismo.
En resumen, que a pesar de que ya atiende a nuestra voz en la calle y hace caso a nuestras indicaciones muy a su pesar, temo que por ahora sigue paseándonos a nosotros ya que nos lleva dónde él quiere. No es que me importe pero vamos, que hay lugares mucho más bonitos dónde pasear y no precisamente en el interior de una tienda de mascotas. Pero si el animal es feliz, tampoco le voy a quitar la ilusión ¿no?.
Aunque nunca había tenido un perro tan especial como este, yo creo que hay una personita dentro, porque tiene una mirada muy especial.
Seguiré comentando más cositas acerca de este curioso perrito.
Gubi's place.
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