jueves, 1 de diciembre de 2016

Hablar en público...




Hablar en público para quién no está habituado, no es tarea sencilla. No creo que hayan fórmulas magistrales, es tan sólo una cuestión de confianza y de ponerle bemoles al tema.
Como ya comenté hace un tiempo me encuentro en una fase de cambios que me han llevado a emprender un proyecto que, hace un mes no tenía ni nombre y que poco a poco ha ido cogiendo más fuerza, hasta el punto de que ahora tengo incluso una tarjeta de visita...ojo que esto se está poniendo serio. 
Y escribo este post porque ayer tuve que exponer mi proyecto delante de varias personas, a grosso modo me atrevería a decir que unas cincuenta, que no es moco de pavo. Así que teniendo en cuenta de que la última vez que había hablado en público fue cuando hice la Comunión y de eso ha llovido un huevo, pero lo recuerdo como si fuera ayer puesto que fui la única que olvidó su plegaria en casa, imaginaos el hervidero de emociones, nervios y sensaciones que se estaban mezclando en mi pequeño cuerpo. Después me vine abajo, pero es que en la vida todo lo que sube, baja con la misma facilidad y la alegría me invadió por completo porque por primera vez en mucho tiempo empiezo a ser aquella persona que se perdió hace tiempo tras sufrir una serie de contratiempos laborales que, psicológicamente casi acaban conmigo.
Reconozco que estaba de los nervios y repetía un mantra para calmarme mientras me dirigía al escenario. Una de las chicas que conduce el grupo de proyectos de innovación social al que pertenezco, tuvo la gran amabilidad de romper el hielo con los asistentes comentando justamente la anécdota que acabo de indicar. Eso hizo que me calmara y a partir de entonces todo salió a pedir de boca. Me armé de valor, digamos que experimenté la increíble sensación de venirse arriba tomando Acuarius, pero en realidad sin tomarlo y solté mi discurso con una convicción que daba miedo y aunque todavía estamos en los inicios y se ha de definir que camino seguir y que pretendo conseguir, mis palabras no pasaron desapercibidas, sino todo lo contrario. Se acercaron varias personas después por mi stand a preguntarme exactamente cual era el propósito de mi proyecto.
Y hoy es día de resaca del subidon de ayer y debo confesar que me siento bien, que tengo ganas de continuar este camino y de ver hasta dónde llegamos, espero que bien lejos, de eso se trata. 
Para concluir deciros que en la vida siempre hay que luchar por conseguir nuestros sueños, nadie debe privarnos de ello. Aunque a veces no veamos la luz al final del túnel...os aseguro que está ahí, porque yo ahora empiezo a verla.



Gubi's place.

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