Nací a principios de los años 70, parece que fue ayer y sin embargo ya estoy en la década de los 40, que se dice pronto. En otras ocasiones en mis posts ya he mencionado los años 70 y 80, admito que los añoro y tengo un hermoso recuerdo de ellos. Sin lugar a dudas han sido para mí de las mejores épocas de mi vida a pesar de que mi adolescencia fue un poco dura, pero ¿quién no ha tenido una adolescencia difícil? entre el acné, las gafas y el aparato de ortodoncia...no estaba yo en mi mejor momento la verdad. No obstante sobreviví y a día de hoy no puedo quejarme de mi aspecto.
Pero no quiero hablar de esas minucias, el hecho es que en estos momentos vivimos muy acelerados y eso se lo transmitimos a nuestros hijos; no crecen como antes, no salen a jugar a la calle, como antes, no se ensucian las manos, no les ayudamos a fomentar su capacidad intelectual y a usar su imaginación. Vivimos rodeados de tecnología, que sin lugar a dudas ha facilitado nuestra vida, pero por otro lado nos condena y nos convierte en presos de esta sociedad. Compramos tablets, teléfonos, consolas de video juegos y creemos que nuestros hijos aprenden y se divierten, pero no salimos con ellos a pasear, a oler las flores, a coger moras, a dar saltos a ver quién hace la zancada más grande...no juegan con sus amigos a las gomas, ni a la cuerda, ya no juegan al bote, a churro -media manga- mangotero...adivina lo que tengo en el puchero, a matar, a tú la llevas, a construir castillos de arena.
No quiero decir que los niños de hoy en día no se diviertan, imagino que muchos seguirán haciendo lo que acabo de escribir...otros no tendrán la misma suerte. Allá dónde vayas, casi todo el mundo va con su teléfono, no sabemos salir a la calle sin ese aparato y los niños a muy temprana edad ya tienen smartphones...¡toma ya! cuando yo tuve el primer teléfono en mis manos, que parecía un ladrillo, todo se ha de decir, sentí hasta vergüenza de hablar con el por la calle...era algo tan innovador que se hacía rarísimo.
Las generaciones que han venido después han nacido con un teléfono bajo el brazo...ya no con un pan, sino con un teléfono. No es ni triste ni agradable, simplemente es otra época, nada más.
Las redes sociales como siempre he dicho son un arma de doble filo y si no se utilizan con cabeza pueden hacer mucho daño, en todos los sentidos. Antes no habían ordenadores y cuando aparecieron los primeros en nuestro país, flipamos muchísimo. Recuerdo los Amstrad CPC 464 que usaban cassettes para los juegos, habían de muy buenos y pasabas horas jugando al Arkanoid, madre mía que buenas tardes aquellas. Cuando apareció la Game Boy a finales de los 80, fueron palabras mayores, sigo conservando una y no sólo eso, sino que sigo conservando en perfecto estado una maquinita de marcianitos, como se denominaba antiguamente. Aquí tenéis la foto que respalda mis palabras, las tardes interminables que me he pasado yo con este juego, no lo sabe nadie, era un no parar.
Esta claro de que me he hecho mayor, ojalá pudiera volver atrás, que ascazo esto de crecer, lo digo de verdad. Sufro síndrome de Peter Pan, lo reconozco y no me escondo. Daría lo que fuera por volver a aquella época y saborear alguno de aquellos momentos, porque hubieron muchos. No sólo en música, cómo he comentado varias veces, no sólo en buenas series de televisión y cine, que también he comentado, sino por el mítico Naranjito del mundial de fútbol de 1982, por ejemplo, por el Un Dos Tres con su querida calabaza Ruperta, pero también porque viajábamos en coches sin cinturón de seguridad, madre mía nuestros padres estarían hoy en día en la cárcel por eso, no nos poníamos casco al ir en bici y nadie se mataba, podíamos bajar solos a jugar a la calle y no pasaba nada, nos ponían Nivea en la playa...aún recuerdo el anuncio de televisión, sol, niveaaa, sol niveaaaa; y acababas embadurnado como una croqueta, jugábamos con los termómetros de mercurio y molaba mucho cuando se formaban las bolitas, nos columpiábamos en columpios oxidados y nadie se infectaba de tétanos.
Pero no sólo eso, es que las tijeras y punzones del colegio eran de metal y nunca hubieron heridos, salías a la calle y volvías a casa con la ayuda de la puesta de sol, para quedar con tus amigos los tenías que llamar por teléfono fijo o picarles directamente porque no teníamos móviles, íbamos a clases mañana y tarde y comíamos en casa, no sufríamos de sobre peso porque pasábamos horas y horas con los amigos en la calle, bebíamos de cualquier fuente del pueblo y nunca hubieron intoxicaciones....y podría seguir y seguir porque hay miles de cosas que explicar de estos años.
Estamos hechos de otra pasta, hemos vivido la transición de la era informatizada, de la tecnología, del culto al cuerpo y de otras muchas cosas que están marcando las generaciones actuales.
Creo que las personas de mi generación valoramos de otra manera las cosas, sobre todo aquellas que se hacen con las manos, al menos eso me pasa a mí, todo lo que sea artesanal me encanta, las manualidades me chiflan y me pasaría horas y horas creando, pintando, recortando...creo que no deben perderse estas cosas porque en nuestra época, el jugar a cromos, a las canicas y recortar y colorear se llevaba mucho, ahora también pero no se estila tanto, sólo los más pequeños lo hacen, la juventud tiene mucha prisa por crecer y se están perdiendo grandes cosas que no son capaces de valorar, es una pena. Pero es la evolución de la especie o al menos eso nos dicen, yo creo que simplemente es otra época en la que todo va demasiado deprisa y a veces me cansa, me agota. No me hace gracia vivir pendiente del teléfono y del reloj eso me convierte en esclavo y no es sano. Por eso muchas veces me paro a pensar en todas las cosas que libremente hacía cuando eran mucho más joven, la gran mayoría no estaban supeditadas a un horario y eso nos convertía en seres libres que disponíamos y gestionábamos nuestro tiempo como mejor nos convenía y eso no tiene precio alguno.
Gubi's place
No quiero decir que los niños de hoy en día no se diviertan, imagino que muchos seguirán haciendo lo que acabo de escribir...otros no tendrán la misma suerte. Allá dónde vayas, casi todo el mundo va con su teléfono, no sabemos salir a la calle sin ese aparato y los niños a muy temprana edad ya tienen smartphones...¡toma ya! cuando yo tuve el primer teléfono en mis manos, que parecía un ladrillo, todo se ha de decir, sentí hasta vergüenza de hablar con el por la calle...era algo tan innovador que se hacía rarísimo.
Las generaciones que han venido después han nacido con un teléfono bajo el brazo...ya no con un pan, sino con un teléfono. No es ni triste ni agradable, simplemente es otra época, nada más.
Las redes sociales como siempre he dicho son un arma de doble filo y si no se utilizan con cabeza pueden hacer mucho daño, en todos los sentidos. Antes no habían ordenadores y cuando aparecieron los primeros en nuestro país, flipamos muchísimo. Recuerdo los Amstrad CPC 464 que usaban cassettes para los juegos, habían de muy buenos y pasabas horas jugando al Arkanoid, madre mía que buenas tardes aquellas. Cuando apareció la Game Boy a finales de los 80, fueron palabras mayores, sigo conservando una y no sólo eso, sino que sigo conservando en perfecto estado una maquinita de marcianitos, como se denominaba antiguamente. Aquí tenéis la foto que respalda mis palabras, las tardes interminables que me he pasado yo con este juego, no lo sabe nadie, era un no parar.
Esta claro de que me he hecho mayor, ojalá pudiera volver atrás, que ascazo esto de crecer, lo digo de verdad. Sufro síndrome de Peter Pan, lo reconozco y no me escondo. Daría lo que fuera por volver a aquella época y saborear alguno de aquellos momentos, porque hubieron muchos. No sólo en música, cómo he comentado varias veces, no sólo en buenas series de televisión y cine, que también he comentado, sino por el mítico Naranjito del mundial de fútbol de 1982, por ejemplo, por el Un Dos Tres con su querida calabaza Ruperta, pero también porque viajábamos en coches sin cinturón de seguridad, madre mía nuestros padres estarían hoy en día en la cárcel por eso, no nos poníamos casco al ir en bici y nadie se mataba, podíamos bajar solos a jugar a la calle y no pasaba nada, nos ponían Nivea en la playa...aún recuerdo el anuncio de televisión, sol, niveaaa, sol niveaaaa; y acababas embadurnado como una croqueta, jugábamos con los termómetros de mercurio y molaba mucho cuando se formaban las bolitas, nos columpiábamos en columpios oxidados y nadie se infectaba de tétanos.
Pero no sólo eso, es que las tijeras y punzones del colegio eran de metal y nunca hubieron heridos, salías a la calle y volvías a casa con la ayuda de la puesta de sol, para quedar con tus amigos los tenías que llamar por teléfono fijo o picarles directamente porque no teníamos móviles, íbamos a clases mañana y tarde y comíamos en casa, no sufríamos de sobre peso porque pasábamos horas y horas con los amigos en la calle, bebíamos de cualquier fuente del pueblo y nunca hubieron intoxicaciones....y podría seguir y seguir porque hay miles de cosas que explicar de estos años.
Estamos hechos de otra pasta, hemos vivido la transición de la era informatizada, de la tecnología, del culto al cuerpo y de otras muchas cosas que están marcando las generaciones actuales.
Creo que las personas de mi generación valoramos de otra manera las cosas, sobre todo aquellas que se hacen con las manos, al menos eso me pasa a mí, todo lo que sea artesanal me encanta, las manualidades me chiflan y me pasaría horas y horas creando, pintando, recortando...creo que no deben perderse estas cosas porque en nuestra época, el jugar a cromos, a las canicas y recortar y colorear se llevaba mucho, ahora también pero no se estila tanto, sólo los más pequeños lo hacen, la juventud tiene mucha prisa por crecer y se están perdiendo grandes cosas que no son capaces de valorar, es una pena. Pero es la evolución de la especie o al menos eso nos dicen, yo creo que simplemente es otra época en la que todo va demasiado deprisa y a veces me cansa, me agota. No me hace gracia vivir pendiente del teléfono y del reloj eso me convierte en esclavo y no es sano. Por eso muchas veces me paro a pensar en todas las cosas que libremente hacía cuando eran mucho más joven, la gran mayoría no estaban supeditadas a un horario y eso nos convertía en seres libres que disponíamos y gestionábamos nuestro tiempo como mejor nos convenía y eso no tiene precio alguno.
Gubi's place
No hay comentarios:
Publicar un comentario