jueves, 25 de agosto de 2016

Viajar en avión...



La verdad es que no he volado demasiadas veces en avión, pero teniendo en cuenta de que me dan miedo las alturas y que cada vez que entro en una máquina de estas me produce claustrofobia, admito que no es el lugar que más me atrae para pasar en el varias horas.
Yo no se si es debido a la estructura interna de estos aparatos, cuyos techos bajos y la estrechez de los pasillos hacen que el calor humano tome mayor protagonismo o si es debido a que la falta de espacio me fastidia tanto que a los pocos segundos de sentarme en esos incómodos asientos y colocarme ese pedazo de cinturón sacado de una película de terror ya me quiero bajar. Sea lo que sea, no me inspira confianza y me cuesta bastante relajarme cuando he de volar.
Aunque de un tiempo a esta parte y debido al hecho de que en estos últimos años he viajado bastante en avión, lo empiezo a tolerar un poco mejor, pero digamos que aunque digan que es uno de los medios de transporte más seguros, yo prefiero ir a pie que queréis que os diga.
Recuerdo la primera vez que subí a un avión hace ya un tiempo, me cogió un ataque de ansiedad de la hostia, estaba acompañada por otra pareja con la que me había ido de vacaciones a Tenerife y sintiéndolo mucho le di el viaje al pobre. 
Recuerdo que al principio me entró un calor sofocante y a pesar de que el aire acondicionado estaba en marcha yo me estaba asfixiando. Después un ataque de pánico me invadió y en pleno vuelo me quería bajar, no podía estarme quieta parecía que me había dado el baile de San Vito, el que era por aquel entonces mi pareja no supo como calmarme y creo que lo pasó él peor que yo, que ya es decir. Encima nos metimos en medio de una tormenta. Recuerdo las turbulencias como si fuera ayer y eso que han pasado ya varios años. El avión se movía con bastante brusquedad como si fuera una montaña rusa y la tripulación empezó a ponerse nerviosa por lo que se oía de vez en cuando algún que otro grito. En esos momentos y debido al ataque de ansiedad me dio por reír, así como os lo cuento, todo el mundo acojonado porque además se veían los rayos a través de las ventanillas y yo partiéndome el pecho literalmente. El que fue mi pareja por aquel entonces no entendía nada, me miraba como si me hubiese tomado algo porque mis reacciones eran de lo más anormal. Primero me quería bajar y después me desternillaba de la risa cuando cruzábamos aquella tormenta. Lo más normal del mundo vamos.
Aquella fue una de las experiencias más extrañas que he vivido, cuando baje del avión estaba totalmente agotada, como si hubiese corrido una maratón.
Hay que ver a veces las reacciones que tenemos, se apodera de nosotros el miedo y la adrenalina nos hace comportarnos de manera totalmente ilógica.
Nunca me ha vuelto a suceder, gracias a Dios, a día de hoy cuando despega aún me produce una sensación extraña pero luego durante el vuelo lo llevo mucho mejor.
Los aviones causan respeto a muchas personas, conozco varios casos de gente que no lo pasa muy bien cuando ha de volar e incluso se ponen a llorar. No entiendo muy bien el por qué produce ese efecto en las personas. 
Yo sigo insistiendo que es debido a la estructura y a la forma como esta aprovechado el espacio interior y también que no es lo mismo viajar en primera clase, dónde puedes estirar las piernas, que viajar en clase turista dónde parecemos tamagotchis incrustados en aquellas engorrosas butacas. Todo se ha de decir, porque yo he viajado en ambas y se parecen lo que una vaca a una pelota vamos. Pero si fuera millonaria y tuviera mi jet privado quizá esto supondrían minucias para mí y volar sería todo un placer.
¿Qué tal han sido vuestras experiencias dentro de uno de estos?





Gubi's place.

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