Para no romper la dinámica de varios de mis posts, voy a explicar la anécdota que me ocurrió el primer día de vacaciones. Por ello lo he titulado de esta forma porque estas cosas le pueden pasar a cualquiera pero que casualidad que me ocurren a mí. En el fondo es una tontería, pero arrastré sus consecuencias durante los diez días que pasé en la isla.
El primer día todo empezó aparentemente muy bien, mi pareja y yo nos sentamos en la terraza a desayunar y contemplar las vistas mientras disfrutábamos de un cafecito caliente. Después fuimos a comprar para abastecernos durante la semana y decidimos ir a dar un paseo para conocer la zona y sus preciosas playas. Hasta aquí todo es aparentemente normal ¿verdad? pues en realidad no es así, sino no tendría sentido escribir esto.
Decidimos ir a darnos un bañito después de comer y mi pareja cogió su cámara acuática para grabar bajo el mar cuando practicara snorkel, pero al principio prefirió grabarnos a ambos al entrar en el agua. Todo habría salido a pedir de boca si mis tonterías no hubiesen aflorado, supongo que muchos/as de vosotros/as os preguntaréis a que me refiero ¿verdad? pues simplemente es que una no se agrada demasiado en bikini y no quería salir en el vídeo por temor que alguien más lo viera...y tratando de que no me captara la cámara y a pesar de que el agua cristalina permitía observar cualquier detalle del fondo, me golpee contra una roca, bueno rectifico, más bien le di una patada y me fastidie el dedo corazón del pie. Dedo que es más largo que el resto, algo que heredé de mi abuela, en paz descanse y que siempre me golpeo por todas partes. Al principio sentí dolor pero creí que no era nada grave, pero horas después aquello empezó a ponerse feote. Al día siguiente parecía una butifarra y me dolía bastante, no fui al médico y preferí tomarme un antiinflamatorio ya que podía moverlo por lo tanto no había rotura. Estuve así los diez días aunque poco a poco fue bajando la inflamación y el dedo volvió a parecer eso, un dedo del pie y no un choricillo de Burgos. Para rematar la jugada esa misma noche me picó un mosquito de las islas, al que también llaman tigre y se puso la botas conmigo ya que me picó cinco veces en el brazo, codo, mano y cara. No daba crédito y pensé: -cómo sean así todos los días vamos listos-. Pero por suerte las cosas fueron muy bien, compramos un repelente y una crema para calmar los efectos de las picadas y se me fueron curando poco a poco.
El que también empezó con mal pie fue mi pareja que se golpeó el mismo dedo que yo, del mismo pie, contra la tabla de surf y al día siguiente también tenia una pequeña butifarra de dedo. Por suerte poco a poco se fue curando también y recuperó su apariencia de dedo del pie.
Cosas que le pasan a una y que dan rabia la verdad, pero bueno que todo sea esto en la vida ¿no?.
A la vuelta de mis vacaciones me picó un mosquito tigre de verdad, de los buenos, de los que están entrenados por el ejército y me ha dejado la pierna como una mortadela, provocándome una mala hostia que no os quiero ni contar. Al menos la inflamación ha bajado y los efectos se han calmado, pero vaya cuatro días he tenido que soportar porque el quemazón y el dolor no me lo quita nadie.
Así que he acabado el verano con ocho picadas en mi cuerpo cuando creí que este año me iba a librar, si es que no se puede subestimar a estos jodidos insectos porque no estamos a salvo en ningún sitio. Por lo tanto y hasta que llegue el frío seguiré embadurnándome con repelente...que remedio me queda.
Gubi's place.
No hay comentarios:
Publicar un comentario