sábado, 12 de noviembre de 2016

Anécdotas con pequeños animalitos y cosas que no son bichos...





Otro post de anécdotas con pequeños animalitos que, a veces se nos cuelan en casa y con cositas que, creemos que son insectos pero no lo son. Creo recordar que anteriormente expliqué una relacionada con mi hermana y mi pobre cámara de fotos que salió volando por los aires...pero sino es así, prometo que lo expondré porque esa no tiene desperdicio alguno.
Esta vez hablaré de dos anécdotas en las que los protagonistas principales son, por un lado, mi padre y por otro mi madre. La primera de ellas sucedió hace unos años a primera hora de la mañana, cuando mi padre estaba en el baño y se preparaba para ir a trabajar mientras nosotras estábamos desayunando. De repente oímos como mi padre llamaba a mi madre con un hilo de voz a penas entendible y no podía salir. No entendíamos nada de nada porque por mucho que le preguntáramos no podíamos sacarle información suficiente que nos indicara que estaba pasando dentro del excusado. Lo único que oíamos era: -ay Dios mio-, frase que aumentaba nuestro nerviosismo por no comprender que narices le ocurría. Mi madre le decía que saliera y mi padre sólo podía contestarle que no podía moverse. Aquello era ridículo, como era posible que mi padre no saliera de allí y sólo pudiese decir que no podía moverse. Lógicamente mis hermanas, una servidora y mi madre estábamos perdiendo los nervios y empezamos a picar la puerta con gran entusiasmo, aunque sin éxito alguno, mi padre no tenía intención de abrir así que, tuve que coger un cable para intentar abrir la puerta. Después de pelearme un rato con la puerta y el cablecito, finalmente conseguí entrar y ahí estaba mi padre, con cara de susto, plantado como un pasmarote, blanco como la cal y señalando el lavabo con el dedo. Se movió lentamente y consiguió salir, mientras que mi madre le preguntaba que demonios había pasado allí dentro...mis hermanas estaban plantadas en el pasillo sin entender muy bien que pasaba, así que salí y me uní a la conversación ya que tenía gran interés por saber cuál era el motivo de peso que había provocado la parálisis transitoria de mi progenitor en el excusado. 
Si os digo que lo que casi provoca un infarto a mi padre fue un pequeño dragón... ¿cómo se os queda el cuerpo?...lo mismo pensé yo, tanta tontería por esto...ese pobre animal si debió sufrir un infarto hasta que conseguimos sacarlo del wc. Para que entendáis mejor que ocurrió os diré que estaba mi padre lavándose la cara, cuando cogió la toalla y al secarse, el pequeño lagarto le saltó a la mejilla. Entiendo que se asustara porque a mí me habría pasado igual, pero quedarse catatónico por enfrentarse a un pequeño dragón...es un poco ridículo, ya que estuvo más de media hora dentro sin poder moverse. Esta claro que mi padre frente a ciertos animalitos... pierde su hombría.
La segunda anécdota es más divertida y ocurrió hace muchos años un día que mis padres paseaban por el paseo de Castelldefels y a mi madre le cayó una hojita de un árbol en la espalda. Ni mis hermanas ni yo presenciamos aquella imagen...pero me habría gustado porque se que, me habría reído a gusto. 
Debo aclarar que a mi madre siempre le han aterrado todo tipo de insectos y cuando se ha visto frente a alguno ha perdido los nervios rápidamente y no ha tenido reparos en gritar, correr o subirse donde fuera necesario. Ahora que se ha hecho mayor los tolera bastante mejor, pero años atrás se ponía domo loca. 
Aquel día de verano, caminaban mis padres de la mano mientras charlaban tranquilamente y una ráfaga de viento provocó que una pequeña hoja cayera en la espalda de mi madre que, acto seguido se puso a gritar en medio del paseo, a desabrocharse la camisa y a desnudarse mientras le indicaba a mi padre que le quitara lo que le había caído en la espalda. Mi padre entre risas, asombro y desconcierto hizo todo lo posible para que mi madre no acabara desnuda en medio de la muchedumbre y tan pronto como vio que, lo que había en su espalda era una hoja, se lo dijo y la cogió para enseñársela y que así se calmara. Al principio mi madre no se lo creía y seguía dando gritos con la intención de quitarse el resto de la ropa si era preciso. Mi padre tuvo que hacer grandes esfuerzos por calmarla y sobretodo evitar que se quitara la ropa. Tras montar aquel espectáculo, se calmó y ambos se dirigieron con paso firme al coche y con la cara más colorada que el bote del tomate Orlando.
Esta segunda anécdota nos la explicó mi padre y siempre le ha provocado mucha risa porque sigue recordando aquella escena y como el resto de personas les miraban sin entender que narices pasaba...sólo veían a una mujer histérica gritando y medio desnuda, mientras un hombre trataba de calmarla entre risas, evitando que se quedara como Dios la había traído al mundo...para filmarlo ¿no creéis?.





Gubi's place.

No hay comentarios:

Publicar un comentario