Una vez más escribo un post acerca de las anécdotas que me ocurren con mi perro. Como podéis ver en la imagen...al final los peludos hacen con nosotros lo que les da la gana y sin ningún tipo de reparo.
Hoy sin ir más lejos, mi perro me ha llevado hasta la tienda de mascotas y se ha esperado delante de la puerta hasta que han subido la persiana, menos mal que faltaban sólo unos pocos minutos sino imaginaos el plan porque el tío se sienta y no hay forma de moverlo de allí. Hemos entrado y al cabo de unos minutos se ha tumbado en el suelo a echar una cabezadita...ese comportamiento inusual me ha parecido sospechoso y mi voz interior ya me ha advertido de que algo se avecinaba. Evidentemente que no me he equivocado, porque después de quince minutos hemos podido salir a la calle y cuando le llevo a la montaña se come un trozo de bocadillo. No podéis imaginaros el mal humor que me ha entrado de golpe, porque he querido quitárselo y ha sido imposible, ha apretado los dientes y lo ha engullido sin a penas masticarlo. Me he frustrado porque no entiendo como puede zamparse las cosas que encuentra por la calle así sin más...en casa no pasa hambre y sin embargo jamás se ve saciado. Que flaco favor le hicieron sus antiguos dueños no sacándole a pasear, porque no solo no ha socializado sino que no ha aprendido maneras y si añadimos el abandono y la edad...la tarea se complica. Mi pareja y yo estamos sufriendo las consecuencias de todo ello, con dignidad y con humor porque no queda otra, pero estamos pagando los platos rotos.
A veces me gustaría tener a sus antiguos dueños delante para decirles cuatro cosas bien dichas porque es lo que se merecen. Pero al poco rato se desvanece ese pensamiento ya que no ganaría nada, sólo un disgusto y encima ellos no entenderían nada de nada.
No sólo tengo esta anécdota...hay más...a veces lo pillo husmeando por la habitación a ver que puede coger. Este sabe latín, ya lo he dicho varias veces, es más listo que el hambre y a veces creo que todavía nos sigue poniendo a prueba. Cosa que me parece normal debido al peso que aún lleva a sus espaldas, pero poco a poco verá que somos de buena pasta y nos acabará respetando y no gruñendo cuando algo no le gusta.
A mí me ha gruñido dos veces, una la segunda semana que quise peinarle y no estaba por la labor y otra hace dos que subió a la cama y le indiqué que bajara. Esta segunda vez fue un gruñido de niño pequeño que no está conforme con lo que le dicen, después me dio dos besos, además yo no tenía el día por temas familiares y sólo me faltaba el perrito dando por saco.
Pero la convivencia y el día a día tiene estas cosas. Generalmente todo va bien, pero a veces el perro no se porta tan bien y coge cosas de la calle, no obedece, se obceca con las cosas...no deja de ser un animal adulto con una educación de puertas hacia adentro exquisita, pero no de puertas hacía afuera.
Ahora nos toca ver vídeos de César Millán a ver como podemos solucionar algunos defectos de su carácter, como por ejemplo gruñir y lanzarse a morder a casi todos los perros que encuentra a su paso...tenemos una oveja con muy malas pulgas.
Gubi's place.
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