Quien ha tenido mascotas seguro que más de una anécdota habrá vivido y en reuniones familiares o con amigos las habrá explicado para rememorar ese momento por su carácter divertido o sentimental.
Yo tengo varias anécdotas que a día de hoy me hacen reír y otras me transmiten mucha nostalgia ya que los lazos que me unían a mis perros eran tan fuertes como los que tengo con la familia y el perderlos fue muy traumático.
No me quiero poner sentimental que me conozco, así que iremos al meollo del asunto; una de mis perras a los pocos días de tenerla en casa se subió con gran soltura a la mesa del comedor y se zampó una tortilla de patatas. Así tal cual os lo cuento. Cada vez que lo pienso me da risa pero en aquel momento nos quedamos perplejos la verdad.
Otra de ellas, al ser un perro de caza tenía el olfato muy desarrollado y cada vez que la sacábamos se escapaba y durante mucho rato se le oía ladrar a lo lejos. Así que no quedaba otra que sentarse en el camino a esperar que el perro viniera. Esto me pasó varias veces e incluso algunas personas que paseaban me indicaban que la habían visto correr y ladrar bien lejos. Recuerdo en una ocasión que la muy cochina se comió unos excrementos de otro perro y cuando llegué hacía ella aún lo estaba saboreando y al mirarme parecía que me decía: -¿quieres un poco?, para matarla. No voy a dar más detalles porque fue muy escatológico y tampoco es plan, sólo os diré que tuve que desinfectarle la boca, entre naúseas, porque parecía un estercolero.
De ambas recuerdo las interminables carreras por dar caza a las palomas, sin mucho éxito por cierto, porque la pequeña a los pocos minutos tenía que parar para tomar aire y la más grande aún seguía en su empeño durante varios minutos más. Al menos puedo dar fe de que dormían toda la noche.
También recuerdo que una odiaba el secador de pelo, se le tiraba a morder y enseñaba los dientes, la otra la aspiradora, le tenía un odio bestial. Una de ellas si no quería que la cogieras en brazos se hacía la muerta y no había manera, ya podías intentarlo que no habían pelotas de levantarla. Y la otra cuando no quería mimos hacía lo posible por saltar al suelo. Vaya dos, que grandes recuerdos tengo de cada una de ellas, compartieron buenos momentos conmigo, entrañable e inolvidable época que ya nunca volverá.
Y ahora tengo desde hace unos días al perrito que ya comenté hace unos días y del cual he hecho una página especial para él en la que iré colgando fotos, vídeos y comentando como va la adaptación, entre otras cosas. De momento la anécdota más divertida ha sido el encaramarse al mármol de la cocina y robarme la magdalena que tenía preparada para darle sus gotas de flores de bach. Fue despistarme un momento para lavarme las manos, dejarla un poco al borde y ¡zas! se la zampó hasta con el envoltorio, vaya tela.
Estas cosas pasan y nos alegran el día. Siempre he tenido muy buenas experiencias con mis perros, espero que con este también ocurra lo mismo ya que su historia y circunstancias son complicadas, pero con amor y paciencia todo se puede conseguir.
Gubi's place.
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